martes, 25 de septiembre de 2007

A propósito de un logo recientemente diseñado

La China, esa gran cultura, aún desconocida para nosotros, puede enseñarnos bastante acerca de lo que puede llegar a ser el lenguaje para un pueblo. Entre sus antiguos habitantes siempre se trabajó por que en los elementos sonoros y gráficos, con sus ritmos y sentencias, resplandeciera la eficiencia propia de los símbolos. De este modo, la expresión gráfica y el fonema certero aunque delicadamente pronunciado no representan otra cosa distinta que el pensamiento del modo más directo y fiel; y esta representación concreta impone, de una buena vez, el sentimiento de que expresar no es evocar, sino realizar... realizar el pensamiento.
Puede decirse, entonces, que escribir (como hablar) en chino; consiste más en preocuparse por LA EFICACIA, que obedecer a la necesidad de manifestarse de un modo 'intelectual' por decirlo de alguna manera.
Recuerdo entonces las palabras que nacen de las entrañas, el origen sensible que muchas de ellas en nuestros dialectos aún tienen y pienso que vale la pena reparar en la realización y el poder que muchas guardan. Son como un sable, o igual pueden ser la mayor caricia que podamos ofrecer o recibir.

Wang Hsi-chih (303-361), considerado por muchos como el mayor calígrafo de todos los tiempos en China dijo lo siguiente sobre el arte de la escritura:

"Cada trazo horizontal es una masa de nubes en formaciones guerreras; cada corchete, un arco tensado con rara fuerza; cada punto, una roca cayendo de una cima elevada; cada pico, un corchete de cobre; cada prolongamiento de línea, un sarmiento venerable y cada trazo libre y suelto, un corredor presto a saltar"

Es agradable ver como alma y cuerpo (que resultan siendo lo mismo a la hora de escribir...) se conjugan y arman el impulso de la escritura que, en cierto modo, pone en acto un algo interior que fluye al natural y que queda manifiesto en bellas formas, las cuales funcionan como algo más que letras o signos. Allí radica un poco la diferencia.

Nota: Achaque
(del árabe 'atsakkà, que es queja y enfermedad a la vez) Íngrimo (del portugués ingrime, que conjuga el desamparo y la completa soledad) Turma (que literalmente viene del latín turma, que no es otra cosa que el testículo) y así pachorra, enagua, miriñaque, cuchuco, chancuco, chandoso, chanda, chimba... palabras que a lo mejor no todas sean reconocidas por la real academia, pero que traen fuerza al ser pronunciadas.



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Omnia tempus habent