martes, 28 de agosto de 2007

La balsa de la medusa

Bueno ...y finalmente estuvimos en isla Gorgona con un grupo de fanáticos del buceo de la Escuela Cruz del Mar. Esta isla estaba dentro de los asuntos pendientes del plan "quinquenal de desarrollo personal" y felizmente, después de la leve insistencia de la querida fabiola, me decidí a ir sin temores ni arrepentimientos, antes bien, lo que quedó fue una sensación de carácter casi espiritual que aún por estos días me es difícil de acomodar en la cotidianidad.

Gorgona, isla llena de vida, enclavada en el pacífico sur de Colombia, recibe su mítico nombre gracias al conquistador Francisco Pizarro, pues su abundancia de serpientes le recordaba a las diosas griegas (Las Gorgonas eran tres monstruos: Esteno, Euríale y Medusa. Las tres eran hijas de las divinidades marinas Forcis y Ceto. De las tres, sólo esta última era mortal, pero era considerada la Gorgona por excelencia)

Esta isla fue declarada Parque Nacional Natural en 1984, después de una oscura época en que fue utilizada como prisión, al mejor estilo de Alcatraz en la bahía de San Francisco o las colonias penitenciarias de la Guyana Francesa.

Pues allí, en ese mágico lugar la cita se dió. Fuimos privilegiados de poder ver algunas ballenas con sus recién nacidos, de hecho estos pequeños ballenatos eran los que más se dejaban ver pues no hacían otra cosa distinta a saltar y aletear de un lado para otro bajo la supervisión de sus gigantes padres y madres. Más de una vez, en medio de nuestras salidas de inmersión aparecieron descaradamente y fue así como pude tomar algunas fotos con mi vieja pentax.




Para ser la primera vez no estuvo mal, el resto de imágenes se han quedado en mi memoria y en mi espíritu, sobre todo aquellas que mis ojos contemplaron a muchos pies de profundidad en medio del solemne y majestuoso mar pacífico: Tortugas, mantas diablo, Morenas, cientos de especies de peces; corales, tiburones aletiblancos… pero sobre todo ese sonido encantador que nos acompañó varias horas mientras buceábamos, el canto inconfundible de las ballenas. Creo que fui hipnotizado, estuve tres días en trance, tomé muy pocas fotos y aún, no logro reponerme de esa mágica e indescriptible experiencia que muy posiblemente sigue resonando en mis noches de sueño...

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Omnia tempus habent