viernes, 24 de noviembre de 2006

Visita


De la muerte nada puedo decir porque no la Conozco
Ignacio Leep

La Muerte, esa palabra a la que tememos y manejamos con tanto respeto, se mueve por el mundo zarandeando existencias sin que nada podamos decir, únicamente evocarla como enemigo lejano o con el dejo del desconfiado amigo...

Has entrado a mi morada y aunque me asusto, con tu mano cadaverica me señalas que hoy no es el día. Vienes a visitarme porque sientes ganas de conversar... se que hay mucho de nosotros los humanos que te mueres por conocer, por eso hoy vienes, vienes y te sientas, me robas de mi frazada; tomas mi jarra de tinto y te sirves con toda confianza.

De tu breve boca comienzan a salir palabras amarillas y grises, al principio no las entiendo, por eso es necesario que te arrimes y me susurres pues parece que quisieras que nadie, absolutamente nadie se entere de esto. Entonces me convierto en tu confesor, no tengo alba ni estola, ni siquiera canas en mis sienes; pero basta con mirar la escena para comprender que yo soy el confesor y tu el tímido feligrés.

No hay lágrimas, tampoco suspiros... El hilo contínuo de tus palabras van tejiendo una historia jamás contada; es mi historia, es la historia de todos. Voy contemplando lo que sale del telar, lo hago en silencio, ...no me sorprendo, no hay lágrimas, tampoco suspiros. Me llama la ateción que las únicas veces que te detienes en medio de tus palabras atropelladas es para decirme ¿Recuerdas? ...me doy cuenta. No se si es tu intención inquietarme, o simplemente la acción de detener el tiempo a tu antojo para que vea tu abismo. Pero no tengo miedo, se que soy el confesor esta vez y como tal he de ser amable y objetivo. Levantas Tu mirada, descubro que no tienes ojos, me doy cuenta que en tus pupilas no me logro reflejar. Sin embargo, espero... tan solo el silecio acontece, no hay minutos, no hay horas, tan solo espero...

De repente, vislumbro una insignificante lágrima que brota de tu órbita vacía. Nada dices, nada susurras, tan solo es el silencio el que acontece, ni los minutos, ni la horas.

Qué extraño, Ahora que despierto, se que hay algo que me despierta, algo húmedo se cuela en mi corazón, no son lágrimas, tampoco suspiros. Es extraño pero... Ahora se que estoy vivo.



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Omnia tempus habent